En Arriate, podemos hablar de cofradías
desde el 1655, cuando se fundara de forma oficial la cofradía de la
Vera Cruz de Arriate, germen de nuestra querida Hermandad del
Santísimo Cristo de la Sangre y Santo Entierro de Cristo.
Sin duda, llama la atención que,
teniendo una Semana Santa de más de 300 años, a veces obviemos
nuestra historia. Historia llena de sabor cofrade que añoramos en
las imágenes de antaño.
Quizás, debiéramos luchar por
recobrar elementos que hoy llaman nuestra atención en esas imágenes
a las que nos referimos, tales como nazarenos jesuistas de morado al
completo, o la cofradía sin una sola capa. Y es ahí donde pretende
llegar este artículo.
Aunque se utilice en este artículo la
capa como instrumento reivindicativo, existen más elementos
olvidados que un día tuvieron lugar en nuestra Semana Santa, pero es
ésta la que nos parece más ejemplificadora de los sucedido en
nuestro pueblo.
Se cree que entre los años cuarenta y
sesenta, se introduce la capa en nuestra Semana Santa, siendo esta
útil para aquellos hermanos que porten insignias, como todavía hoy
recogen los estatutos de nuestras hermandades.
No sabemos si se trata de una obsesión,
de una costumbre o de una simple manía, pero está claro que en
Arriate tenemos una verdadera afición a la capa. Afición, o
afiliación quizás.
Si algo caracteriza a nuestra Semana
Santa, es la cola; una Semana Santa de trecientos años, trescientos
años de cola.
Son solo cinco hermandades las que
arrastran la cola en Andalucía, siendo dos de ellas las nuestras. Es
algo meritorio, pues conforme han pasado los años, las hermandades
de cola han optado por recogerla con el cinturón. Pero ojo, esto no
implica que dichas hermandades que optaron por recogerla, se pasaran
a la capa, ni muchísimo menos. Pero nuestra idiosincrasia es la
cola, y hay que cuidarla.
En teoría, como referíamos antes,
solo los miembros de la Junta de Gobierno y los portadores de
insignias son los 'autorizados' a llevar capa. Esto es algo difícil
de interpretar, pues nos lleva a una discriminación del nazareno en
la calle: ¿es más el nazareno que lleva capa que el que no la
lleva?
El fin del hábito nazareno es el
anonimato, el hecho de que en la estación de penitencia todos seamos
iguales. Los miembros de junta y portadores de insignias ya se
distinguen por el mero hecho de llevarlas.
Con los argumentos sobre el papel,
parece lo más sencillo volver a nuestros orígenes, recuperar ese
sabor y coherencia que poseía nuestra Semana Santa. Un paso que
deben dar nuestras hermandades.