jueves, 29 de mayo de 2014

"Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo"

Hoy, 29 de Mayo, se celebra la “Asención de Jesucristo”.
La Ascensión de Jesucristo es una expresión que procede de las primeras comunidades cristianas, para hacer referencia a la glorificación que según la Biblia recibió Jesús de Nazaret tras su muerte, de manos de Dios Padre.
La tradición judía, mantenía el símbolo de que el cielo era como la morada de Dios, simbología que fue adoptada por el cristianismo. De ahí, que la ascensión a los cielos sea el símbolo de que Jesús es investido de la divinidad de Dios.
La solemnidad llamada “Ascensión del Señor” parece ser una festividad muy antigua. Aunque no existe evidencia documental de su existencia previa al siglo V, san Agustín de Hipona señaló su origen apostólico, y se refirió a ella como una celebración de carácter universal en la Iglesia desde antes de su tiempo.
Asimismo, aparecen menciones frecuentes en los escritos de san Juan Crisóstomo, san Gregorio de Nisa, y en las Constituciones apostólicas del siglo IV. La peregrinación de Egeria hace referencia a la vigilia de esa festividad y a la fiesta en sí, tal como se conserva en la iglesia construida sobre la gruta de Belén. Es posible que antes del siglo V el hecho narrado en los evangelios se conmemorara en conjunto con la solemnidad de la Pascua o de Pentecostés. También se cree que el tan discutido decreto 43 del Concilio de Elvira (c. 300) que condenaba la práctica de la observación de una fiesta en el cuadragésimo día después de Pascua y que dejaba de lado la celebración de Pentecostés en el quincuagésimo día, implicaría que se conmemoraba la Ascensión junto con Pentecostés. Se encuentran representaciones del misterio en dípticos y frescos de datación tan temprana como del siglo V.

"A los cuarenta días después de la Resurrección habiendo instruido a sus Apóstoles sobre la nobilísima misión de establecer el Reino de Dios en el mundo, Jesús iba a subir al cielo, donde le esperaban las glorias celestiales. Bendijo a su querida Madre, a los Apóstoles y discípulos y se despidió de ellos. Una nube lo ocultó de sus miradas.

Le acompañaban innumerables espíritus, los primeros frutos de la redención, que Él había sacado del Limbo. Las jerarquías angélicas salían al encuentro del Salvador del mundo.

Al situarse junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de alabanza, como el que oyó Juan en sus visiones: "Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5, 12).

Jesús entró en los cielos para tomar posesión de su gloria. Mientras estaba en la tierra, gustaba siempre de la visión de Dios; pero únicamente en la Transfiguración se manifestó la gloria de su Humanidad Sacratísima, que, por la Ascensión, se colocó al lado del Padre celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura humana.

La noche antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo: "Te he glorificado en la tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado. Ahora tú, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes que comenzara el mundo"(Juan 17, 4'’).

Por estar unida al Verbo Divino, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad, la Humanidad de Jesús disfruta del derecho a la gloria eterna. Comparte con el Padre la infinita felicidad y poder de Dios. Justa recompensa por todo lo que hizo y mereció en la tierra. Humanidad elevada al Cielo por encima de toda criatura, porque en la tierra por debajo de todo se humilló.

Cuando acabe la lucha en esta vida, Jesús nos dará la gracia de compartir eternamente el gozo de su victoria.

Jesús subió a los cielos para ser nuestro Mediador ante el Padre. Allí está intercediendo por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran obra que había acabado en la tierra. La Iglesia nació, la gracia brota en abundancia de su Cruz en el Calvario y se distribuye por los Sacramentos, la duda de justicia es pagada, la muerte y el infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el hombre es puesto en el camino de salvación. Jesús merecía este glorioso recibimiento, al regresar a su hogar.
La Ascensión, además, es garantía de nuestra propia subida al Cielo, después del Juicio de Dios. Fue a prepararnos sitio en su Reino y prometió volver para llevarnos con Él.

Vayamos en espíritu con Jesús al Cielo y moremos allí. Sea esta nuestra aspiración ahora en fe, esperanza en caridad. Busquemos solamente los gozos verdaderos."



Manuel Melgar Durán