domingo, 1 de marzo de 2015

¿Capamanía?


En Arriate, podemos hablar de cofradías desde el 1655, cuando se fundara de forma oficial la cofradía de la Vera Cruz de Arriate, germen de nuestra querida Hermandad del Santísimo Cristo de la Sangre y Santo Entierro de Cristo.
Sin duda, llama la atención que, teniendo una Semana Santa de más de 300 años, a veces obviemos nuestra historia. Historia llena de sabor cofrade que añoramos en las imágenes de antaño.

Quizás, debiéramos luchar por recobrar elementos que hoy llaman nuestra atención en esas imágenes a las que nos referimos, tales como nazarenos jesuistas de morado al completo, o la cofradía sin una sola capa. Y es ahí donde pretende llegar este artículo.
Aunque se utilice en este artículo la capa como instrumento reivindicativo, existen más elementos olvidados que un día tuvieron lugar en nuestra Semana Santa, pero es ésta la que nos parece más ejemplificadora de los sucedido en nuestro pueblo.
Se cree que entre los años cuarenta y sesenta, se introduce la capa en nuestra Semana Santa, siendo esta útil para aquellos hermanos que porten insignias, como todavía hoy recogen los estatutos de nuestras hermandades.


No sabemos si se trata de una obsesión, de una costumbre o de una simple manía, pero está claro que en Arriate tenemos una verdadera afición a la capa. Afición, o afiliación quizás.
Si algo caracteriza a nuestra Semana Santa, es la cola; una Semana Santa de trecientos años, trescientos años de cola.
Son solo cinco hermandades las que arrastran la cola en Andalucía, siendo dos de ellas las nuestras. Es algo meritorio, pues conforme han pasado los años, las hermandades de cola han optado por recogerla con el cinturón. Pero ojo, esto no implica que dichas hermandades que optaron por recogerla, se pasaran a la capa, ni muchísimo menos. Pero nuestra idiosincrasia es la cola, y hay que cuidarla.
En teoría, como referíamos antes, solo los miembros de la Junta de Gobierno y los portadores de insignias son los 'autorizados' a llevar capa. Esto es algo difícil de interpretar, pues nos lleva a una discriminación del nazareno en la calle: ¿es más el nazareno que lleva capa que el que no la lleva?
El fin del hábito nazareno es el anonimato, el hecho de que en la estación de penitencia todos seamos iguales. Los miembros de junta y portadores de insignias ya se distinguen por el mero hecho de llevarlas.


Con los argumentos sobre el papel, parece lo más sencillo volver a nuestros orígenes, recuperar ese sabor y coherencia que poseía nuestra Semana Santa. Un paso que deben dar nuestras hermandades.